El miércoles fue un día de contradicciones en Sevilla, mañana plácida con sol de invierno y noche de lluvias más tirando al "calabobos" popular. Esa tarde Pi y quien escribe daban entrada de su nuevo hogar, la felicidad del corazón en contradicción con el dolor del bolsillo. Al llegar al local seleccionado lo encontramos cerrado por descanso del personal. La certeza del buen comer en un local que hemos visitado en varias ocasiones, y queríamos compartir con el resto de gastrogórdicos, frente a la duda de una visita no planificada. No pude evitar pensar en que, en el fondo, esto es lo normal. No hay barrio más contradictorio en nuestra ciudad, origen romano, celtíbero o almohade sin aclarar, barrio puntero en turísmo sin ser monumental, avanzábamos por la calle de la Cava, Pagés del Corro para el resto de los sevillanos, pisando una calle asfaltada que antes fue brazo artificial del río. Nuestros pasos perdidos nos conducían por Triana. Barrio-república con personalidad propia, la cual no se ha diluido ni por la construcción del primer puente de barcas de 1171 en época almohade ni por el posterior, y más robusto, puente de Isabel II allá en 1845. En Triana puedes ver que una plaza se llama del Altozano y en ella se erige un monumento al flamenco cuando fue precisamente el gobernador Hermenegildo Altozano quien desalojó, por condiciones de salubridad según unas fuentes y especulación urbanística según otras, los corrales en donde maduró, noche tras noche, el arte flamenco.
Entre dimes y diretes, comentarios de la semana pasada y nuestras inseparables risas llegamos a la plaza de la Virgen Milagrosa, ya próximos a La cazuela del No ni ná, aunque en el momento no lo supiésemos. En ella se erige la estatua de Rodrígo de Triana, de quien, nueva contradicción, no se ha logrado aclarar claramente su origen en el barrio marinero de la Sevilla anterior al descubrimiento. Vigía en La Pinta quien, a pesar de ser reconocido en los libros de historia como el primer europeo que divisó tierra del continente americano, se quedó sin la recompensa de 10000 maravedís prometida por los reyes católicos para aquel que lograse la hazaña. Al parecer, la misma acabó en el ancho bolsillo del almirante de la expedición. Al documentarme para esta reseña no puedo evitar una sonrisa ya que me acuerdo de mi amiga Pepa. Si bien el avaro almirante parece claro que partió del puerto de Palos, no se conoce exactamente qué isla denominó como S. Salvador si bien, respira amiga mía, nadie afirma que fuese Cádiz más allá de quien nosotros conocemos.
El nombre del local te puede hacer pensar en una taberna tradicional si bien al entrar por su puerta ya puedes ver una decoración que te aleja de la imagen sugerida en el nombre. Bien iluminado y amplio, la barra no invita a permanecer de pie como en otros locales típicos. Consentimos en esperar sentados a una mesa aunque esta no era la idea inicial para la noche. Corta espera en este caso a causa de Lucas e Irene aunque no lo pareciese al aguantar las bromas del camarero a quien le costaba, a la evidencia me remito, el contar hasta nueve pues comprobó el número de comensales hasta el hastío. María, consecuente con la noche, nos anunció su nueva dieta ya sentados a la mesa. Hay que reconocer, que para no continuar con el vodevil, se abstuvo de elegir en la carta el menú de todos. Finalmente los platos seleccionados fueron los siguientes:
Un vistazo a la carta. |
Migas con chorizo y huevo. |
Tartar de salchichón. El origen más plausible de la receta parece estar en la Polinesia Francesa. Se trata de una preparación de carne de ternera picada a mano y sazonada con diversos ingredientes y condimentos como pimienta, sal, mostaza y cebolla. A pesar de tratarse de un plato con sencilla elaboración, tenemos que reconocer que el sabor y la textura nos sorprendieron y agradaron. Sin ser el mejor plato de la noche merece la pena que deje un link para su elaboración y que puedas formarte tu propia opinión:
Tartar de salchichón. |
Crujientes de pollo bañados en mostaza y miel. Las lagrimitas de pollo se sirven en un tamaño adecuado y con la cantidad justa de aceite. La salsa dulce por la aportación de miel contrasta adecuadamente con el pollo. El conjunto resulta agradable en sabor sin ser por esto espectacular.
Paté casero. Servido con tostas de pan para untar es un paté de fuerte sabor y que estalla en boca. La textura grasa del mismo desmerece el paté. En mi opinión un toque de finas hierbas o incluso de Oporto mejorarían la apariencia grasa en un plato ideal para compartir.
Crujiente de pollo. |
Revuelto de huevos con chorizo y patatas. Sé que esto quedará escrito y no podré desdecirme pero en esta ocasión el “bodriogón” que era la noche mejoró con la petición de Lucas al menos en dos aspectos, sabores y cantidades. De no pedirlo habríamos quedado con hambre aunque se trate de un plato que da únicamente lo que promete. Buen revuelto de patatas con un chorizo sabroso y más que aceptable. Buen plato para completar tu pedido.
Revuelto de huevos con chorizo y patatas. |
Cus Cus de pollo con pasas. Se trató del mejor plato de la noche sin ser espectacular. Su presencia en mesa resultó envidiable tanto estética como olorosamente. Sin embargo, aunque no todos sus méritos estuviesen ahí, nos es imposible resaltar la textura o el sabor del plato. Somos conscientes de que no se trata de un plato tradicional pero si te decides a incluirlo en la carta debes aportar más sabores y texturas. Muchas más.
Cus Cus de pollo con pasas. |
Provolone. Vaya por delante que no somos expertos en esta especialidad de queso de vaca aunque no por ello no hayamos probado unos cuantos. La gran variedad de tipos de presentación y sabores hacen difícil una valoración del plato. Desde luego no encontramos trazas del sabor salado que normalmente encontramos. Tal vez se tratase de una de las variedades dulces del mismo. Lo que sin embargo sí nos resultó arriesgado es servirlo por sí mismo, sin más, sin la cama de tomate fresco que encontramos en otras elaboraciones. La falta de transición de sabores en boca provocaron que quienes no disfrutan de todos los quesos encontrasen el plato algo simple, potenciado por un lácteo con no demasiada calidad culinaria.
Provolone. |
A pesar de las continuas visitas del camarero, en ocasiones se confunde servicio con suplicio, nos decidimos a aventurarnos con los postres. Como en otras ocasiones probamos con ordenar toda la corta carta:
Sopa de chocolate blanco. Una nueva contradicción esta vez en la mesa. A pesar de su nombre no encuentras una sopa sino más bien una mousse con buen sabor a chocolate blanco y de sabor agradable. Para los apasionados de este tipo de chocolate no es mala elección.
Sopa de chocolate blanco. |
Mousse de limón con frutos del bosque. Si solo puedes seleccionar un postre me quedaría con esta mousse aunque debemos reconocer que las opiniones en la mesa estuviesen divididas. Postre ligero aunque cargado de sabor muy fresco en el paladar.
Mousse de limón con frutos del bosque. |
Mousse de nutella. El postre más flojo de los tres aunque viniese recomendado una vez más por el camarero. Postre de chocolate con chocolate aunque sin verdadero sabor a chocolate siguiendo el espíritu de la noche.
Mousse de nutella. |
Ya en la calle el ánimo no disminuía a pesar de la cena. En el restaurante nos pudimos reír y disfrutar del ambiente aunque no tanto de la comida. La cazuela del no ni ná, de apertura relativamente reciente, debe adaptarse, no vivir ajeno a la oferta gastronómica de la ciudad del otro lado del río por mucho que entonen la antigua soleá que cantaba un trianero:
“Tú sabes que yo te quiero,
pero en la calle de las Sierpes
yo me siento extranjero”
Lo siento, no es suficiente, el puente de barcas ya es una construcción robusta y el centro de Sevilla y su oferta actual quedan demasiado cerca para proporcionar tan poco y pedir tanto a la hora del ticket.
La Cantina del No ni na
c/ Gustavo Bacarisas